Buck. El hombre que susurró a los caballos

durante los créditos, la madre de Buck cuenta una variación de este chiste: “Hace mucho tiempo, cuando los barcos de vela dominaban los mares, un capitán y su tripulación estaban en peligro de ser abordados por un barco pirata. Mientras la tripulación se ponía frenética, el capitán gritó a su primer oficial: “¡Tráeme mi camisa roja!”. El primer oficial rápidamente trajo la camisa roja del capitán, que se puso y llevó a la tripulación a luchar contra la partida de abordaje pirata. Aunque hubo algunas bajas entre la tripulación, los piratas fueron repelidos. Más tarde ese mismo día, el vigía gritó que había dos barcos piratas enviando partidas de abordaje. La tripulación se acobardó de miedo, pero el capitán, tan calmado como siempre, gritó: “¡Tráeme mi camisa roja!”. La batalla comenzó y, una vez más, el Capitán y su tripulación repelieron ambas partidas de abordaje, aunque esta vez hubo más bajas. Cansados de las batallas, los hombres se sentaron en la cubierta esa noche recordando los eventos del día cuando un alférez miró al Capitán y preguntó: “Señor, ¿por qué llamó por su camisa roja antes de la batalla?”. El Capitán, dándole al alférez una mirada que solo un capitán puede dar, exclamó: “Si soy herido en batalla, la camisa roja no muestra la herida y así, ustedes hombres seguirán luchando sin miedo”. Los hombres se sentaron en silencio maravillándose del coraje de tal hombre. Al amanecer del día siguiente, el vigía gritó que había barcos piratas, 10 de ellos, todos con partidas de abordaje en camino. Los hombres se quedaron en silencio y miraron a su Capitán esperando su orden habitual. El Capitán, tan calmado como siempre, gritó: “¡Tráeme mis pantalones marrones!!”